lunes, 30 de marzo de 2009

PUEBLO PERDIDO



TITULO 2º

CANTOS DE PATRIOTAS

CAPÍTULO I

MALAS INFLUENCIAS


Los años pasan de prisa en la hacienda, las tierras antaño inexploradas, rebosantes de bosques y suelo vegoso, han sido arrasadas por vigorosos leñadores y agricultores que haciendo gala de su experiencia y esfuerzo sin igual, han convertido el monte en eras.

Las variadas especies que se refugiaban en su corazón montañoso y enmarañado, han cedido su espacio y se retiran humildemente hasta la falda de los cerros quillayquén y poqui. Al otro extremo del valle, cercanos al rio loco, los pidenes y conejos son constante presa de aldeanos hambrientos que ven en ellos un festín de pobres.

Hace algunas décadas el patrón les ha prohibido cazar los coipos y liebres, por considerarlos de su exclusiva propiedad y goce. Sin duda sus pieles son sólo dignas de un traje de señor de hacienda y no del populacho.

Curiosamente, esta hacienda ha sido visitada últimamente por un puñado de soldados realistas que huyen de las tropas de un conocido caudillo, hijo de un pecador irlandés y una sureña. Al reconocer el escudo de armas de la familia de Zamora, han solicitado hospedaje y alimentos, a lo cual don José ha accedido encantado.

Las mujeres curiosas, han rondado la casa patronal, ya que todo ese puñado de hombres uniformemente vestidos, les han llamado mucho la atención. Los hombres dueños de casa han golpeado la mesa y han advertido a sus hijas que esos son hombres aventureros y que nada serio se puede obtener de ellos. Para colmo de males, los soldados parecen tener fama de violadores y ladrones, por lo que se les mira con gran desconfianza por los inquilinos que más de alguna vez tuvieron que soportar sus fechorías por el sólo hecho de tener hijas hermosas y en edad de merecer.

Un mes después, y tras muchas sermones del cura para cooperar con ellos, los soldados se han marchado hacia el norte, sin antes haber vaciado las bodegas de grano destinados a la alimentación de los inquilinos. En palabras de los hombres ilustres, un digno sacrificio por los nobles soldados realistas que defienden a la madre patria y a sus colonias. Los lugareños a regañadientes aceptan el sacrificio y comienzan a cuestionarse si será tan bueno ser leal súbdito de un rey que ni conocen y que nunca hace nada por ellos. No falta el viajero errante que al pasar a dejado en la memoria de ellos algunos relatos que dan cuenta de monarcas asesinados por injustos con el pueblo. Acá, en estos perdidos parajes, Don José de Zamora, más conocido como Zamorano, con ocho hijos del matrimonio y otros tantos naturales no reconocidos, ha dejado de ser querido por su pueblo al observar que mientras ellos escasamente consumen verduras y frutas, los asados para el señor y sus amistades de alcurnia, aparecidos de la nada misma, son pan de cada día. Muy tarde los inquilinos han reconocido en su patrón a un esclavista.

Un día de primavera, un hombre jóven que se ha presentado como don Ignacio Perez, ha llegado a la aldea más lejana y ha pregonado que pronto los hombres de estas tierras, serán libres e iguales en dignidad y derechos, y que los curas, enriquecidos con la fe, serán expulsados y que las tierras del patrón serán de todos y el trabajo será pagado. Los hombres viejos han rehusado escucharlo y han avisado a su patrón que un hombre afuerino anda alborotando a su gente.

Muy pronto los hombres armados de la hacienda con órdenes claras y definitivas acechan a tan indeseable visitante para darle muerte, pero esta vez no estará solo, un numeroso grupo de hombres uniformados con hermoso traje azul y destacados adornos y detalles de hilo dorado, recorren las pisadas calles a sincronizado galope. La impresión de tan notable muestra ha impedido que los hombres duros del patrón disparen sus armas. Los niños y mujeres del pueblo les lanzan flores y agitan sus pañuelos al verlos pasar tan engalanados y orgullosos. saludando y despidiendose de tan humilde espectador, sin reclamar botín alguno. Estos soldados les inspiran confianza y respeto, no como aquellos que vaciaron sus bodegas y los hicieron pasar hambre.

Don Ignacio ha prometido volver... por que hay una cuenta pendiente con don José que no se ha saldado en años y ahora que lo saben todos, ese hombre no es un patriota y tiene mucho por qué pagar.

(CAP. PRÓXIMO: MILLAHUE, BUSCADORES DE ORO)

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