QUIERO SER GRANDE!
Los sueños de un niño a los cuatro o cinco años, son muchos y simples. Un juguete de vitrina que encanta al verlo, unos regaloneos de su madre, un regalo en navidad, un rico pastel de cumpleaños... en fin, ver alguna vez al viejo pascuero con su traje de rojo bajando por la chimenea.
Pero existe un sueño de niño que es complicado: casi todos desean ser grandes. Si pudieran acceder a la famosa máquina del tiempo, seguro apretarían palancas y marcarían unos diez o veinte años en el futuro. Ser grandes, como su padre o su madre, es el sueño dorado de todo infante.
Y cuando somos adultos y miramos en retrospectiva, (ese término está de moda por estos lados, jajaja) vemos que eso tiene una razón de ser. Los niños crecen imitando y en especial a sus padres. Y el deseo de ser adulto, significa en buena manera, que nos admiran.
Y entonces, la pregunta difícil: ¿Qué hacemos los adultos para merecer esa admiración tan intensa que hace soñar a los niños en ser como nosotros?... Segúramente y con algo de pena y auto culpa te dirás que muy poco. Por que los adultos somos los que dejamos las peores calamidades en la tierra. Rompemos sueños hermosos, matamos ilusiones, dañamos corazones... válgame Dios, si todos sintiéramos como niños, que distinto sería el mundo.
Al final, cuando voy tomado de la mano de mi hijo pequeño, deseo ser niño otra vez y lo único que me detiene es soñar con romper los esquemas, guiarlo entre la fantasía y la realidad, cuidando de su integridad ante este mundo y así poder ser padre digno de él.
Los sueños de un niño a los cuatro o cinco años, son muchos y simples. Un juguete de vitrina que encanta al verlo, unos regaloneos de su madre, un regalo en navidad, un rico pastel de cumpleaños... en fin, ver alguna vez al viejo pascuero con su traje de rojo bajando por la chimenea.
Pero existe un sueño de niño que es complicado: casi todos desean ser grandes. Si pudieran acceder a la famosa máquina del tiempo, seguro apretarían palancas y marcarían unos diez o veinte años en el futuro. Ser grandes, como su padre o su madre, es el sueño dorado de todo infante.
Y cuando somos adultos y miramos en retrospectiva, (ese término está de moda por estos lados, jajaja) vemos que eso tiene una razón de ser. Los niños crecen imitando y en especial a sus padres. Y el deseo de ser adulto, significa en buena manera, que nos admiran.
Y entonces, la pregunta difícil: ¿Qué hacemos los adultos para merecer esa admiración tan intensa que hace soñar a los niños en ser como nosotros?... Segúramente y con algo de pena y auto culpa te dirás que muy poco. Por que los adultos somos los que dejamos las peores calamidades en la tierra. Rompemos sueños hermosos, matamos ilusiones, dañamos corazones... válgame Dios, si todos sintiéramos como niños, que distinto sería el mundo.
Al final, cuando voy tomado de la mano de mi hijo pequeño, deseo ser niño otra vez y lo único que me detiene es soñar con romper los esquemas, guiarlo entre la fantasía y la realidad, cuidando de su integridad ante este mundo y así poder ser padre digno de él.
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